El hombre que trae la tormenta comenzó su relato:
-Se esconde un mundo detrás de esa mirada- Me dije, apure el trago y conduje el navío de sueños hacia su puerto de perdición.Debí hacerle caso a las voces de alarma que atenazaron mi cuerpo y por poco me obligan a retroceder.
-Por mil noches busque el faro de tus ojos, quinientas lunas aguarde hallar el refugio de tus brazos y oras quinientas deseé recibir el calor de tus labios para poder descansar en paz.
Pero acá estoy, solo puedo ofrecerte un instante de palabras desnudas y silencios que son como oasis en el medio del infierno.
Ella apenas sonrió de costado, tenia la certeza de que nada había entendido y creído de cuanto había dicho, era parte del juego, cada vez había sido un poco así.
Sin embargo, la luz que escapaba de su sonrisa enceguecio mi racionalidad. Supe en ese momento que mi condena estaba por delante de mis deseos, que jamas podría escapar y una vez más me limite a actuar de la única forma que la vida me había enseñado.
Ya ni recuerdo las frases, el cortejo. Sus candiles se apoderaron de mi. Así actuaba la maldición; uno ojos, una boca, un lunar, curvas, susurros. Siempre una única pieza del rompecabezas de lo que seria la mujer que pusiera fin a esta desgracia.
Le hice el amor de la forma mas maravillosa que ella había experimentado jamas y fue entonces cuando la imagen de la gitana con su blanca pupila izquierda vino a mi terminando el hechizo. Sentí entonces que las fuerzas me dejaban, mi ser se invadió con un único sentimiento de futilidad. Su cuerpo fue una escultura vacía y sus ojos ya no emitieron brillo alguno como en cada una de las otras mil noches con cada una de las mil mujeres.
Sus ultimas palabras me llegaron como un lejano eco. La imagen de la gitana con su invasor ojo siniestro me bloqueo transportándome años atrás. Recordé la trágica noche que con el Polaco fuimos a parar a ese burdel del barrio Flores. Toda la noche me habían aguijoneado malos presagios y aunque no era la primera vez que huía antes de culminar mis asuntos dejando al Polaco de garpe, supe o mas bien temí que esa noche sería espeluznantemente distinta.
En un callejón cerca de "medalla milagrosa" se me apareció, tomo mi mano entre sus esqueléticos y helados dedos, trazo lineas por mi palma y levanto su mirada. Entonces me perdí en el blanco de su pupila y soñé con desiertos agobiantes y buitres hambrientos en torno a mi, tuve la sensación de que jamas moriría y aquello no era más que una burla nacida del terrible
corazón de mandinga.
-Sus pasos están perdidos...La linea de la vida se pierde en la falta de fuerza de su mano inmaculada. Su vida es un erial, su alma esta difusa. No encontrara reposo, ni felicidad hasta que las lineas de su mano se aliñen con el dolor de su cuerpo y la sangre que las manche.
Luego se desmayo, yo corrí horrorizado, llorando en silencio y persignandome compulsivamente. Creí no recordar sus palabras hasta este momento, sabia que este hombre traería la desgracia, sabia que nada más podría cargar alguien como él. Lo decía su mirada, lo tenia escrito en su aura, el hombre estaba condenado. Quizá es hora de que comience a escuchar los malos presentimientos.
-¡¡ ESTOY MALDITO!! Usted debe ayudarme de alguna manera, habrá algún cuento, alguna leyenda que me permita encontrar como acabar con este padecimiento. Mireme estoy consumiendome, mi vida se va con cada una de ellas.
-Lo siento, pero no creo en esos cuentos.- Dije tratando de desvanecer los fantasmas que comenzaban a nublar mi mente.
- Pero...no lo entiendo....usted...ya ha ayudado a otros...
-Yo no ayude a nadie, apenas puedo lograr algo conmigo mismo. Lo único que hago es oír sus historias, no las invento, no defino sus finales...Usted me confunde con Dios y lamento decirle que esta buscándolo en el sitio equivocado.
Me clavo sus ojos glaciares pero en su mirada vislumbre como se apagaba su llama. Pero por dentro algo buscaba abrirse paso con la violencia del vomito del borracho.En algún rincón de mi ser algo quería decirle que lo comprendía que me hermanaba su anhelo de poner fin a màs de mil noches de padecimientos. Pero el no espero, se levanto con la pesadez que lo haría una montaña apunto de venirse abajo, tambaleante como mis propias convicciones, como mi propio deseo de poder ayudarlo de intervenir de alguna manera, de creer por un instante que si podía ser dios y no limitarme a contemplar la vida detrás de una ventana. Me dejo solo, por primera vez sentí el peso de la soledad del ser. Quizá no estaba tan lejos de acabar como aquel hombre, quizá desde un primer momento había visto en su rostro el reflejo de mi propio padecimiento. Mire mis manos y las palabras de la gitana resonaron proféticamente en el lugar de mi mente que es habitado por mi antojadiza conciencia. Supe que no había nada que hacer, que el hombre cargaba la tormenta en sus hombros, que nada podría ayudarlo, porque al igual que a mi no nos había condenado el veredicto de la gitana, sino nuestros propios actos.
Ya nunca más lo volví a ver por el bar, de alguna manera fue un alivio, pues me permitió olvidar ese agobiante sentimiento de futilidad. Solo supe tiempo más tarde que se lo había visto vagando por oscuras calles del barrio de flores gritando a los asustados paseantes solitarios:
- Me queda una solo oportunidad, ayuden me a encontrarla...La gitana ella es mi ultima oportunidad...
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