20071122
Vulnerable
20071119
Capitulo 4. La chispa adecuada.
La rutina hace que cada día se parezca tanto al otro que uno comienza a dejar de notar las pequeñas cosas que escapan a la mirada normal del mundo. Solemos viajar siempre a la misma hora, en el mismo transporte, con más o menos las mismas personas.
Almorzamos y cenamos a la misma hora, ingiriendo casi invariablemente lo mismo, así nuestro paladar se va acostumbrado y ya dejamos de sentir la belleza de los matices casi indescifrables del sabor de la vida. Es por eso que la gran mayoría jamás sale de su ensimismamiento, de ningún modo logra comprender las señales del cuerpo, ni mucho menos los mensajes de los emisarios del destino.
Muchas veces es necesario solo un pequeño empujón, un minúsculo cuanto energético para producir lo inesperado. Pero para los que no dirigen la atención a su microcosmos interno, esto jamás se lleva a la práctica y pasan su vida sin conocer el sentido de los colores del arco iris, del significado de las miradas, ni de la intensidad que nos agita por dentro cuando sacude el temblor. Yo creo que por eso nacieron los enviados del destino, para servir de catalizador para los milagros.
El se había convertido en uno más como el resto, prefiriendo dejar de pensar para no convencerse de lo frágil que era su castillo de naipes. Sin embargo, quizás como resabio de su espíritu de soñador o por simple capricho del destino, una pequeña llama aun seguía ardiendo, y se avivaba con una sonrisa de su pequeño Elías, con volver a disfrutar esas pequeñas cosas que hacen a la vida y que se escapan a la rutina sin dejar de pertenecer de alguna manera a ella.
Ocurrió entonces que como esa nota que desafina en una perfecta armonía, una variable extraña, misteriosa e inquietante se introdujo en su vida. Fue una mañana de verano, cuando entre el sopor a pesar del café y el hastío del comenzar de una semana en un año sin vacaciones, unos ojos esmeralda se le impusieron en su mirada. Fue un único instante, efímero pero sublime en que esos ojos se posaron por casualidad en los suyos, y el sintió como si estuvieran espiándolo por dentro. Inmediatamente se ruborizo, un reflejo olvidado, y bajo la mirada. Cuando volvió a levantarla ya no estaba allí el faro que por un instante fue guía del velero de sus anhelos. Claro esta que las preocupaciones laborales, las peleas conyugales y la supervivencia misma en la selva de cemento le hicieron olvidar ese mágico momento. No obstante al otro día, volvió a toparse con esa luz esmeralda, esta vez ya no espiándolo, sino a unos cuantos asientos. Igual fue el día siguiente, y el siguiente hasta llegar al viernes. Pero cuando uno acostumbra a un corazón a ser canalla, todo pierde su significado, cuando se obliga a la mente a soñar solo cosas materialmente posibles se domestica el alma para que ya no se perturbe por nada.
Visto desde afuera de la situación, a la lejanía y sabiendo casi todos los sucesos es imposible no pensar que el destino tenia un fuerte empecinamiento con él, que por alguna extraña razón había algo que lo empujaba mas allá de lo cabalmente pensado.
Puede ser por eso, que se encontró el lunes siguiente esperando la llegada de ese fulgor esmeralda, y con el tiempo se convirtió en una especie de juego, por casi todo un mes. Para entonces ya sabia donde subía "la portadora", conocía un repertorio veraniego de su vestimenta e incluso el color de su paraguas, los libros que había leído en ese ínterin y exactamente donde se bajaba: justo una parada antes que él. En otra época habría buscado una excusa para entablar una conversación, se hubiera bajado donde ella o cualquier cosa que uno hace cuando siente que algo le atrae mucho mas que el resto de las cosas. Pero él había concebido una rara idea del amor, una que se le metió cuando decidió convertirse en adulto, cuando se canso de esperar reencontrarse con aquella persona que por primera y casi única vez amo con la mayor intensidad que jamás hubiera conocido, cuando se convenció de que solo muerte lo separaría de Carolina, su exasperante esposa de eterno corazón adolescente, madre de lo único que sí amaba con una intensidad suficiente como para constituir un motor para callar todas las cosas que deseaba decirle. Por ello el tiempo transcurrió y pronto la belleza esmeralda solo fue parte de un sueño fugaz, una mañana ella ya no subió a la hora señalada y el dejo de luchar con el sopor matutino para dedicarse a casi la única tarea que le brindaba un placer: SOÑAR.
Mas muchas veces, para los afortunados que saben aprovecharlo, se presenta esa chispa suficiente para forjar imposibles. Era un lluvioso lunes de Marzo, el 22 se hallaba atestado de colegiales, la pesadez del clima propiciaba una larga siesta hasta el final del recorrido. Entonces los dados del azar jugaron su parte y el motor dijo: no puedo más. Adormilado bajose del bondi, relojeando su muñeca preocupado. La gente se amontonaba para subir al siguiente colectivo que apenas le cabía un alfiler. El trafico se aglutinaba en el embudo del micro centro y la lluvia descargaba su furia como intentando despertar a las almas anestesiadas por la rutina. Y ahí aconteció todo, el ambiente se saturo de oxigeno y en su sangre se preparo el combustible para la ignición. Su mirada busco desesperado un taxi para huir rápidamente de esa escena y un fulgor esmeralda fue la chispa que incendio su razón.
- Guadalupe…Espera! – grito
Ella, "la portadora", se detuvo con la puerta del coche abierta, su mirada se poso en él, quizá por vez primera con intención. Él corrió los pocos metros que los separaban y balbuceo avergonzado pues la sangre comenzaba a entibiársele.
- Voy para Retiro ¿Te molesta compartir el taxi?
Por un segundo creyó que había hecho una estupidez y es posible que así haya sido, sin embargo para los estúpidos se abren puertas en medio de la nada, mientras que para los sensatos solo existe un camino. Ella asintió al tiempo que cerraba su paraguas y se adentraba en la cabina, el demoro un segundo, su sangre tibia le hizo dudar, pero un brillo en su interior lo empujo hacia dentro.
En el transcurso del viaje, tras las indicaciones al chofer, procedieron las explicaciones, algo en la mirada de "La portadora" siempre le hizo vomitar toda la verdad que llevaba dentro, era parte del hechizo de sus ojos, de esa sensación de que estaban espiando directamente su alma. Ella por supuesto se mostró extrañada, desde entonces siempre hubo algo en él que lograba sorprenderla, pero poco a poco la charla fue dándose amistosamente y aunque el viaje no duro mucho más, el tiempo fue suficiente para forjar un fino enlace entre ellos.
Se bajaron ambos frente al mismo edificio, ella admitió después sentirse incomoda pensando que él la estaba siguiendo, pues ambos entraron por la misma puerta, subieron el mismo ascensor y solo se separaron cuando este llego donde él bajaba cada mañana. Recién entonces recordó algo de etiqueta y se presentó. Ella, mientras la puerta se cerraba, le dijo sonriendo:
- Melina …-
Todo el resto del día quedo teñido por la extrañeza de tal encuentro. Sus mentes fueron acosadas por miles de interrogantes que poco a poco el tiempo se encargo de ir develándoles, como parte importante de un ritual, dado que desde entonces siguieron cruzándose por casualidad, cada vez con mayor regularidad, y cuando se cruzaban en el ascensor el silencio se escapaba por las rendijas de la puerta. Luego siguieron las charlas por teléfono en el horario del almuerzo, después los encuentros tras la jornada laboral y muchas cosas más. Como una gota de agua sobre una montaña de hojas secas en un día especialmente soleado puede ser el catalizador de un incendio, para ellos todo comenzó por una simple casualidad, un acuerdo entre los agentes del azar y los secuaces del destino.