Hay cosas que aun con toda la vida que levo a cuestas siguen maravillandome como cuando niño. hoy mientras tomaba un descanso mental de una ardua jornada laboral, desde mi antiguo y nuevo lugar de trabajo, me puse a ver por el gran ventanal.
El sol comenzaba a ocultarse por el occidente, dejando un aura anaranjada en la linea del horizonte, la linea de casas y edificios que macan el barrio de Saavedra casi simultaneamente y hasta sincronizados comenzaron a prender sus luces.
Me quede mirando imaginando las escenas caseras, un poco traspolado con mis lejanos recuerdos de niñez que constantemente acuden a mi, como traidos por la marea de la melancolia nocturna. Imaginaba los hogares con sus esposas y esposos felices sentados frente a una pantalla de televisor, comentando detalles de sus dias, mientras sus chiquillos juguetean en la vereda o en el cuarto de juegos. En la vereda opuesta pensaba cuantos ejecutivos estarian aun en sus oficinas en supuestas reuniones de trabajo con las persianas americanas bajas y la compañia de alguna señorita.
Entonces ante mi vista y a medida que mis recuerdos se unian con la realidad frente a mis ojos, evidencie la maravillosa caida de la noche, la muerte del rey sol y la puesta en escena de la luna, una cornuda y anaranjada, inusualmente grande y luminosa. Y en compañia de la luna me quede mirando el movimiento del mundo, aunsente, como el astro que desde la distancia baña con su tia luz la noche terrestre. Me senti luna o mejor dicho, me senti lunatico si esta bien decirlo. Ajeno a ese mundo de cosas comunes, ajeno a la rutina diaria.
Pero entonces me toco caer en la cuenta de que no iba a terminar el trabajo que tenia para ahcer y regrese a ser uno más entre millones, un engranaje en una maquinaria que funciona paa mantener con vida un monstruo que tarde o temprano termina por deborarnos a todos
Una vida, muchas vidas. Mucho más que simples palabras.
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